10 de abril

Posted: April 11th, 2022 | Author: | Filed under: General | Comments Off on 10 de abril

Dolor por no soltar las palabras acumuladas; dolor por soltarlas. Terminó la época esquizofrénica: el sufrimiento ya no encalla en un sitio predilecto.


Posted: April 6th, 2022 | Author: | Filed under: General | Comments Off on

El familiar muerto, el hijo nacido, el colega despedido: entre las ruinas varias apenas podemos avanzar. Pujar para que salga una palabra, una bella y armoniosa frase, un párrafo bien logrado en medio de tanta podredumbre, de tanto vicio y desesperación. Arribo a casa, veo a la demente encorvada: repite la faena, arrastra la atiborrada carriola vieja, de esquina a esquina, de un lado a otro y de regreso. Y pienso: ¿sabe la demente que existe la poesía? Estaciono, aseguro bien el coche, recibo el lustre intacto de los zapatos, y pienso en la jorobada manejando su carriola llena de cacharros: sí, tal vez la distancia entre la vida y la literatura existe; tal vez no hay modo de evitarlo.


Huecos

Posted: April 4th, 2022 | Author: | Filed under: General | Comments Off on Huecos

Lo siento de nuevo. Escribo un texto sobre otro texto y me alcanza como siempre la ansiedad de no tenerlo todo, no decirlo todo, no saberlo todo. Procedo en negativo, empiezo por lo que no tengo o por lo que no entiendo. Una voz, dulce y violenta, me grita: Laura, ese no es el método. ¿De quién es la voz?

De nuevo, escribo. Y siento que, palabra tras palabra (y grafía por grafía), caigo en un abismo tan alejado del conocimiento total, tan ajeno al sistema perfecto del pensamiento. Hace dos años leía la obra maestra de Hegel. Hoy no acepto nada menos, nada más.


Amiel

Posted: April 4th, 2022 | Author: | Filed under: General | Comments Off on Amiel

H me llamó por teléfono hoy. Ayer se manifestó otra de mis crisis de escritura. La crisis que padezco no es una crisis usual, momentánea, temporal, como la mayoría de las crisis. No. Mi crisis es prolongada, firme en el tiempo desde hace ya varios años, cada vez más pesada. Pero ayer H preguntó o salió el tema de mi escritura futura. Qué haré yo con mi proyecto escritural. Y este tema salió porque hace dos días me corrieron del trabajo que durante los últimos seis meses me auspició, económicamente al menos. Me corrieron del trabajo (el administrador me citó en su oficina el primero de abril para notificarme que no renovaría mi contrato) y se asomó de nuevo la otra persona que soy, la que he sido. O quizá la que quiero ser.

H dice que no vea a la escritura o al oficio de escritor como algo que se-llega-a-ser. Ya lo eres, dice, ya eres escritora. Y eso es algo que a mí me cuesta mucho trabajo creer, sobre todo en las circunstancias en las que ahora me encuentro: sin sueldo, sin textos, y con muchos muchos meses perdidos.

Tengo 24 años. Me siento en el filo del abismo.

H me llamó por teléfono hoy, casi nunca me llama. Me dice que ya no piense, que escriba, escriba, escriba todo lo que pueda y sin pensar durante las horas libres, las pocas horas libres que la demoniaca rutina laboral a la que desde hace seis meses me sometí dejan vivas. Yo estoy de acuerdo, completamente de acuerdo en su práctica y sencilla solución. El problema es que cuando llegan esas preciadas horas, caigo de nuevo en el vacío.

Este es un texto que dedico explícitamente al fantaseo. Escribo esto para que quede constancia de que el tres de abril de 2022 inicia una nueva etapa en mi vida escritural. Hoy inicia el fin. El fin de ese libro que he demorado años en escribir. Cuatro, cinco, siete, no haré la cuenta exacta. Evitaré el masoquismo.

Fantaseo. Fantaseo que escribo ese inconclusísimo texto a partir de hoy con impecable constancia, que hoy termina la fase crítica y de bloqueo mental, que hoy comienza mi nueva vida.

Fantaseo que en estas páginas llevaré el registro diario o consecutivo de aquella obra en marcha, ese dichoso libro que tanto ha huido de ser escrito. Aquí narraré las peripecias, avances y dificultades de mi no tan célebre Work in Progress, recordando siempre que Joyce tardó 17 años en terminar el Finnegans.

Mala noticia: no soy Joyce.

Buena noticia: estoy harta del naufragio. Quiero puerto, isla, arena seca.

Paradoja: quiero isla y sólo rondo las orillas.

Esa ha sido la historia de mi vida durante los últimos meses. Siempre ansiar escribir, tener la necesidad terrible de escribir, fantasear interminablemente con posibilidades de escritura, y sólo alcanzar a oler las esquinas, tocar los bordes.

Como en una sesión de psicoterapia en que el tema real es la clorofila, y uno se queda hablando durante horas de las hojas y sus manchas amarillas.

Así, cuando se trata de escribir, toco el borde suave y delicioso de la escritura, para sentirme cerca. Leo, escucho, espío. Pero nunca llego a ella.

“Transcribe una cita de Morales, no leas mis correos”. “Ya sabes, el mensaje está dicho, queda en ti escucharlo o no, la única vía es la vía modesta y es escribir”, me dice H, y se supone que yo tengo que decirle que sí, hacer lo adecuado, lo que hay que hacer, es decir, no desistir, no fallar, no declararse vencido ante el rumor violento del mundo. Se supone, debería.

Alguien debe solventar todos esos deberías. Alguien soy yo.

Uffffffffff.

Quisiera ser Pavese, Borges, Amiel. O mejor José Kozer, un escritor prolifiquísimo. ¿Quisiera? Quizá no. Quizá prefiero mi precioso masoquismo.

Amiel.

Este texto se titula Amiel porque Francisco Morales, el poeta a quien ahora leo, cita un pasaje de su Diario íntimo en el suyo. Amiel, yo quisiera ser Amiel, autora de un célebre Diario íntimo, autora de mi propia posteridad.

Anoche, por cierto, a punto de dormirme, meditaba en la idea de padecer una leve esquizofrenia. Ser dos personas a la vez: la que cocina, vive, trabaja, compra, afana, sonríe, y la que llora, sufre, se angustia, se desgarra, escribe. Sé que más de dos personas observarían que hay un error de entendimiento en esa obcecada, tajante, dualidad.