El espacio de operaciones

El espacio de operaciones se reconfigura según órdenes que desconozco. Totalmente desorganizados, descansan a mi lado cinco montículos de libros empalmados, sin que ninguno de ellos pertenezca a algún tema en específico. Sin embargo, todos tienen que ver con lo mismo: con el eterno libro que escribo; con el libro que ahora sí (ahora sí) escribiré.

Constantemente pienso que no es necesario leer todo eso para empezar. Pero la sensación de la ignorancia me detiene y, al mismo tiempo, me empuja a buscar otro libro en los estantes o en cualquier lugar. Así voy poblando el espacio de operaciones; así voy sedando mi mente.

No faltan los tres tipos de líquido y los dispositivos ansiolíticos que me permiten, en momentos de éxtasis, respirar.

No faltan mis infinitos apuntes, las dudas diarias sobre la primera frase. No falta la originalidad temerosa de mis ideas.

El espacio de operaciones luce [en búsqueda del adjetivo perdido] esta noche.

De pronto se me revelan absurdos todos los libros apilados en los estantes. Como si se hubieran convertido ya, en movimiento insospechado, en un ente inabarcable por mi mente vacilante: lo único que puedo hacer es ver cómo se amontonan por todo el lugar, cómo van reuniendo polvo y leves pero duras marcas de maltrato por dormir apretados; esta noche creo -no, no creo: he descubierto-, que son un monstruo. Me rebasan.

El ente es obsceno, desconozco de qué material está hecho, yo no lo creé. Vino a invadir la memoria, a delatar lo diminuto de mi tiempo, de mi capacidad mental, de mis días. Diré que no lo es: no es un monstruo -¿sí?-, no es un monstruo de palabras. Las malsanas palabras que, a la primera mala jugada, clavan su delicioso puñal.

Dictum contra la originalidad

Dijo el poeta: todos los escritores escriben de lo mismo. Yo escribo siempre de lo mismo, escribo de lo que otros escribieron -y mejor que yo. Pero sigo haciéndolo, qué más hacer, dijo. Es el camino.

El acto análogo

Pienso pienso pienso pienso pienso pienso pienso.

Pienso.

Escribo.

Dogmas

Recuerdo que le dije, frente a ese lago repleto de gansos, que yo jamás escribiré sobre el amor: me parece ridículo, superfluo, adolescente. Él respondió con una sonrisita tonta y el recuerdo de aquella novela que escribió sobre el amor entre ellos dos. Me dijo que ésa es su mejor novela.

La carpintería

No me asombró que el poeta descubriera mis intenciones de ser escritora, porque sé que los seres como él -como nosotros- se dedican a ver, sé que pueden ver más que otros seres. Casi inmediatamente preguntó por mi formación, lo intuyó, y en seguida me indicó el camino, esta vez con una facilidad de guía que sí me sorprendió. Frente a todos me recomendó escribir un diario. Yo sé que él escribió un diario, porque lo leo. Le pregunté si seguía escribiéndolo y contestó con una recomendación: sí, sigo escribiéndolo, y tú hoy puedes empezarlo.

Luego, terminada la lectura, después de los aplausos, me acerqué hacia él. Le conté -ahora reparo, sin pena alguna- del momento difícil que he vivido en la escritura durante los últimos meses. Él negó con la cabeza, siguió escribiendo su dedicatoria con la pluma.

El carpintero no espera a que llegue la inspiración, me dijo el poeta. El carpintero se pone a trabajar con la madera. Ésa fue su cálida y despiadada respuesta.

Lenguaje

Camino al auto pensé, no sé si por primera vez, que esa tarde me había sentido como escritora entre escritores, como hablante del mismo lenguaje que hablaba el poeta.

Tercer mensaje

Aunque a esa reunión asistimos por lo menos veinte, yo me sentí toda la tarde dentro de una conversación entre dos: el poeta todo el tiempo hablándome a mí, yo todo el tiempo escuchando al poeta. Todos ellos viven en la misma casa, tal cual lo confesó él, excepto yo, que permanezco fiel a mi costumbre de observarlo todo desde la distancia, de nunca ser parte cabal de nada. Pero toda esa tarde, lo sé, estuvo desde siempre escrita para mí, para esa conversación que los dos mantuvimos. Sé que hay un mensaje que el universo me entrega a momentos, en partes; hace seis años recibí la primera, hace tres tardes recibí la segunda.

Segundo mensaje

El poeta dice que la escritura primero es un asunto de disciplina, luego ésta se transforma en pasión, pero primero hay que sentarse a escribir todos los días, así se hace el oficio. El poeta dice que la escritura es un asunto de disciplina mientras me mira a los ojos, muy fijo, en medio de toda esa gente que probablemente oye pero no escucha; el poeta dice que la escritura es un asunto de disciplina y yo pienso -no, yo sé- que me lo dice a mí.

Fases lunares

Llega papá, me enseña unas fotos que tomó a la luna hace unas horas en su andanza por el mundo y me aclara que algunas salen mejor que otras. Pregunto: ¿es luna llena? Contesta: ¿no se siente?